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sábado, 6 de enero de 2018

"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 13.



Siempre lo he dicho, y lo mantengo: A lo largo de los prácticamente cincuenta años en que vengo amando y reivindicando la "canción de autor" en ningún momento he querido ser (nunca me lo he propuesto) un crítico musical especialista en ese género. ¡No me interesa! ¿Quién soy yo para criticar la calidad del trabajo de nadie? ¿Con qué criterios? 

Para mi, cada día más, el criterio esencial de calidad (yo diría el único) que considero imprescindible en relación a la expresión artística, en cualquiera de sus manifestaciones, no es más que uno: LA EMOCIÓN. "Me emociona", o "no me emociona". Quizá pueda parecer un criterio demasiado simplista, subjetivo y personal, pero qué le vamos a hacer, esa es mi posición ya inmodificable a estas alturas de la película

No, yo nunca he sido, ni voy a ser un crítico de la "canción de autor"; soy simplemente uno de sus cronistas, sin duda, de los más apasionados. He contado su historia y su evolución desde diferentes perspectivas; la he reivindicado y defendido siempre y a través de todos los medios posibles como un género con características propias; y me encanta y siento la necesidad de apoyar, recomendar y difundir todas aquellas canciones, y a aquellos cantautores o cantautoras, que consiguen emocionarme cuando crean belleza y conjugan en armonía palabra, música, sensibilidad y bien cantar. No me importa el tema desarrollado en la canción: con el amor y para la pasión, o contra la violencia y la injusticia, me es igual. ¡Pero que consiga emocionarme!


Esta forma de pensar no siempre es bien comprendida y aceptada, sobre todo por algunos cantautores y cantautoras jóvenes. Hay en algunos de ellos tanto ombliguismo y tanta prepotencia que si un día comentas, o les dices, "no me emociona (o sea, no me gusta) lo que compones y lo que cantas", inmediatamente reaccionan afirmando, con altas dosis de "cabreo" (llegando incluso a negarte el saludo), que les estás criticando. Alguno de ellos incluso me ha llegado a decir que le estaba insultando. ¡Es lamentable!

Pues no, yo no soy crítico, ni quiero serlo. Soy un cronista de la "canción de autor" como género musical y poético; lo que, por supuesto, no me impide sentir y decir, en privado y a quien me apetezca, "me emociona" o "no me emociona", "me gusta" o "no me gusta". Eso sí, también tengo muy claro que no voy a dejar de apoyar, recomendar y difundir apasionadamente aquello que me emocione y que me guste (que es mucho). De lo demás, como dice la copla, "prefiero olvidarme".

Hecha la anterior aclaración, creo que necesaria, voy a dedicar este capítulo de "mi vida entre canciones" a evocar el momento y las circunstancias en que empecé a escribir y a publicar mis primeras crónicas periodísticas.

Ya en los años sesenta escribí algunos artículos (simples colaboraciones muy esporádicas) sobre la relación entre la música y la pedagogía en publicaciones como Mundo Obrero, Triunfo, o Cuadernos para el Diálogo, donde tuve la suerte y el inmenso placer de conocer y mantener una entrañable relación con grandes y admirables hombres como Enrique Miret Magdalena o Joaquín Ruiz Jiménez.


Pero, en realidad, mi primera experiencia periodística más sistemática la inicié, en octubre de 1976, en un periódico escolar editado en Sevilla con un nombre que nunca me gustó, pero que sin duda fue una publicación tremendamente innovadora, me refiero al periódico escolar Saeta Azul que fue galardonado con el Premio Nacional de Prensa Infantil y Juvenil en 1975.

Unos meses después de publicar el libro Nueva Canción: Disco-forum y otras técnicas, recibí una carta en el ICCE, procedente de Sevilla, en la que Manuel Suárez Piñero, editor del periódico escolar Saeta Azul, me solicitaba una entrevista. La verdad es que aunque aquello de la "saeta" y del "azul" no me sonaba muy bien, y me producía, inconscientemente, un cierto rechazo (me hacía recordar a la "Falange Española de las Jons" que tanto detestaba), me cité con él en mi casa y mantuvimos una larga entrevista.

Manuel Suárez Piñeiro me mostró el periódico y me informó de que su fundador, en 1973, y su director, desde entonces, era José María Javierre; periodista (en aquel momento también director del El Correo de Andalucía), hacia el que, sin conocerle personalmente, yo sentía una gran admiración. Hombre de tremenda sensibilidad democrática, magnífico escritor, defensor apasionado de los derechos humanos, y sacerdote rebelde y crítico. (Antonio Lorca, también periodista, llegó a calificarle como "la sonrisa seductora de la Iglesia")

He de decir que, con sola esta información que Piñeiro me proporcionó, mi rechazo previo al periódico, por culpa de su nombre, empezó a desaparecer. Con un fundador y director como Javierre era totalmente imposible que aquella publicación tuviera ningún tipo de connotación llamémosle "derechista", y, por supuesto, aún menos, falangista. Es más, ya desde aquel momento, sentí que iba a ser para mi un gran honor poder conocer y trabajar cerca de un gran periodista como José María.

Después el editor me explicó que Saeta Azul era el primer periódico escolar que se había publicado en España; que salía quincenalmente, y que llegaba a cientos de colegios, y de alumnos y alumnas, fundamentalmente de toda Andalucía.

En concreto, y descendiendo ya al motivo central de la entrevista, Suárez Piñeiro me hizo llegar el deseo de José María Javierre de que yo pudiera colaborar quincenalmente en el periódico con una sección monográfica dedicada a la "canción de autor". El proyecto me pareció muy atractivo y necesario (siempre llevar la canción a la escuela ha sido una de mis obsesiones) y acepté su solicitud asegurándome de que sería totalmente libre no solamente en la creación de la nueva sección, sino, y sobre todo, en la selección y en el desarrollo de sus contenidos. Por supuesto (así era Javierre) les pareció lógico y hasta positivo mi planteamiento y acordamos que en pocos días les mandaría una propuesta para iniciar la colaboración en el curso escolar 1976-1977.

Aquella propuesta, que fue aceptada inmediatamente, consistió en la creación de una sección a la que llamamos Nueva Canción que ocuparía completa la última página del periódico, y en la que, cada semana, haríamos una amplia presentación de la obra (un LP) de uno de nuestros cantautores o cantautoras; presentación, planteada como una especie de "guía para la audición", que se complementaría quincenalmente con unas actividades, o sugerencias didácticas, para poder trabajar dicha obra discográfica en el aula.

Os aseguro que aquel fue uno de los trabajos más hermosos y más gratificantes que he hecho en mi vida; creo que llegó a ser una experiencia innovadora y verdaderamente revolucionaria, sobre todo pensando en los años y en el contexto social y político en que pude desarrollarla. (Ya me gustaría a mi que en este momento se estuvieran realizando iniciativas similares.)

Hace unas semanas, cuando decidí escribir Mi vida entre canciones, empecé a buscar en mis archivos algún ejemplar de aquel periódico escolar y lamentablemente no lo encontré. Es probable que se perdiera en algunos de los varios traslados de casa que he vivido a lo largo de los años pasados. (Sé perfectamente que tenía guardados en una carpeta todo los ejemplares en los que colaboré). 

Al no encontrarlos tomé la decisión de ir a la Biblioteca Nacional, donde se conserva una muy completa hemeroteca, para intentar reencontrarme con aquella documentación que personalmente considero de gran valor histórico

En la Biblioteca Nacional, afortunadamente, me encontré con todos los ejemplares de Saeta Azul en los que había colaborado. ¡Qué vértigo! ¡Fue muy emocionante; hasta se me saltaron las lágrimas! Aquellos periódicos sí que eran presencias y realidades tangibles de Mi vida entre canciones

Como no me permitieron ni hacer fotocopias, ni fotografías, me pasé varias horas tomando notas con las que voy a intentar rescatar lo que fue aquella experiencia: 

Escribí quincenalmente en Saeta Azul desde la segunda quincena de octubre de 1976, a la primera quincena de marzo de 1978. Un total de 24 artículos. (Hay que tener en cuenta que durante las vacaciones escolares el periódico no se publicaba.)

El primero de aquello artículos, que fue la presentación y el despegue de la sección "Nueva Canción", lo inicié con la siguiente introducción que, hoy por hoy, pasados tantos años, sigo suscribiendo palabra por palabra. (No olvidemos que iba dirigida a niños y adolescentes en situación de escolarización y que estamos hablando del año 1976):

«Iniciamos hoy esta nueva sección de Saeta Azul dedicada a la música de juventud y la iniciamos pensando mucho en ti porque sabemos que la música te entusiasma. ¿No es cierto?. Queremos ofrecerte y conseguir dos cosas fundamentales: Por una parte presentarte una serie de discos que se van editando y que nos parece son interesantes, y, por otra, darte y daros a todos sugerencias sobre como un disco, una música, una canción puede ser muy importante para vuestra formación porque cuando la canción es buena y posee calidad siempre tiene algo que comunicarnos, un mensaje que transmitirnos, una experiencia que el autor o el intérprete quiere darnos a conocer, y que hemos de saber captar y asimilar.

Piensa que la música y la canción es una forma de lenguaje, una forma extraordinariamente bella de expresión, una forma de recreación de la vida y no solo un producto más de consumo y entretenimiento. Por supuesto hablamos de la "buena canción", no de ese gran conjunto de canciones que no dicen nada y que nada tienen que ver con la vida y con los problemas reales de las personas, de los jóvenes o de ti mismo.» 

Introducción, de aquel primer artículo, que iba seguida de la reseña del disco de Miguel Ríos. La huerta atómica, y de la propuesta de actividad correspondiente.

A continuación voy a realizar una relación de los titulares correspondientes a los 24 artículos que escribí y publiqué en el periódico Saeta Azul. Creo que en su conjunto nos ofrecen una visión bastante completa de nuestra "canción de autor" a mediados de los setenta:

• 1ª quincena de octubre de 1976: Miguel Ríos. La huerta atómica.
• 2ª quincena de octubre de 1976: La canción satírica y las charangas. Forgesound.
• 1ª quincena de noviembre de 1976: León Felipe y sus intérpretes.
• 2ª quincena de noviembre de 1976: Los Juglares y su idilio con la poesía. (LP: Está despuntando el alba de Miguel Hernández.)


• 1ª quincena de diciembre de 1976: Luis Pastor. La voz del pueblo. (LP: Vallecas.)
• 2ª quincena de diciembre de 1976: Un nuevo año de canciones (Resumen anual).
• 2ª quincena de enero de 1977: Canciones para un niño nuevo.
• 1ª quincena de febrero de 1977: En dirección del viento con Mercedes Sosa.
• 2ª quincena de febrero de 1977: Taburiente  o el folclore vivo de un pueblo. (LP: Nuevo cauce.)
• 1ª quincena de marzo de 1977: Los comuneros de Nuevo Mester de Juglaría.
• 2ª quincena de marzo de 1977: Carlos Cano y la nueva canción andaluza. (LP: A duras penas.)
• 1ª quincena de abril de 1977: La Bullonera: Aragón tiene la palabra.
• 1ª quincena de mayo de 1977: Miro Casabella. Ti Galiza.
• 2ª quincena de mayo de 1977: Maria del Mar Bonet y el folklore balear.
• 1ª quincena de junio de 1977: Víctor Jara. Derecho a vivir en paz.
• 1ª quincena de octubre de 1977: Abiertos al futuro con José Antonio Labordeta. (LP: Labordeta en directo.)
• 2ª quincena de octubre de 1977: Manuel Soto Sordera. Cantes de la calle nueva.
• 1ª quincena de noviembre de 1977: El apasionante lenguaje musical de Jordi Sabater.
• 2ª quincena de noviembre de 1977: Fuxan os Ventos. O tequeletequele.
• 1ª quincena de diciembre de 1977: Luis Eduardo Aute. 24 canciones breves.
• 2ª quincena de diciembre de 1977: Buena música y canciones para vacaciones. (Marina Rosell, La Fanega, Lole y Manuel, Joaquín Carbonell, Luis Pastor, Indio Juan, Oskorri, etc.)
• 1ª quincena de febrero de 1978: La Fanega. Voz del pueblo castellano leonés.
• 2ª quincena de febrero de 1978: Misa campesina nicaragüense. Carlos Mejía Godoy.
• 1ª quincena de marzo de 1978: A la luz de los cantares de Carlos Cano.

Concretamente el último artículo, dedicado a Carlos Cano (por cierto, último que escribí en Saeta Azul) lo finalizaba con el siguiente texto dedicado, como diría Blas Infante, a la "patria andaluza":

«Y ahora solo me queda recomendados la audición de las canciones. Seáis de donde seáis, compararlas con eso que se llama "folclorismo andaluz" y juzgar, contrastar y opinar. Y, sobre todo, intentar penetrar, gustar, percibir y sentir esa realidad de país que se llama Andalucía.»

Recuerdo que fue con motivo de la publicación de este artículo cuando conocí personalmente a Carlos Cano, y como a partir de aquel encuentro iniciamos una gran amistad que desembocó en la escritura de su biografía que publiqué en 1983, o sea, cinco años después.

Carlos Cano.

Colaborando en el periódico Saeta Azul, un buen día de febrero de 1977, hablando con Luis Suárez Rufo, que en aquel momento era mánager de Luis Pastor, me propuso que le sustituyera como cronista musical en la revista Noticias Obreras (boletín de la HOAC). (Imposible olvidar a Rufo en Mi vida entre canciones. Se nos fue en el año 2004, pero aquí sigue, en mi universo afectivo y en el de la "canción de autor". Rufo poseía una hermosa y profunda humanidad; compartíamos un gran amor hacia la música; y ha sido, sin duda, un personaje clave –en la sombra– en la historia de nuestra canción popular durante los años setenta y ochenta.)

Rufo en aquel momento estaba saturado de trabajo y le resultaba imposible mandar puntualmente a Noticia Obreras el artículo quincenal que venía escribiendo y publicando desde hace tiempo; fue en esas circunstancias en las que me pidió que le sustituyera; propuesta que me encantó, sobre todo, porque se me abría la posibilidad de escribir y dirigir mis crónicas a un mayor número de personas que nada tenían que ver directamente con el mundo educativo.


El primer artículo quincenal que publiqué en Noticias Obreras estuvo dedicado al grupo canario Taburiente y salió en marzo de 1977 (compaginándolo con mi colaboración en Saeta Azul). 

Curiosamente, el último que escribí, en junio de 1982, lo protagonizó también Carlos Cano. Se tituló Carlos Cano, desde dentro. Recuerdo perfectamente que en aquel momento ya había iniciado mis conversaciones con María de Calonje para escribir su biografía de Carlos y publicarla en la colección Los Juglares, de Editorial Júcar, que ella dirigía. 

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