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sábado, 30 de julio de 2016

RETRATO ÍNTIMO DE «JOSÉ MENESE»

JOSÉ MENESE
Caricatura de Alfredo González.

Lo recuerdo perfectamente, este "retrato íntimo" lo escribí 
inmediatamente después de un concierto de Menese;
 lo hice en un bar que estaba justo enfrente del teatro en el que había "cantao". 
Después lo tuve un buen tiempo "guardao" en una de mis libretas 
hasta que me decidí a publicarlo 
en mi "Crónica cantada de los silencios rotos".

¡Silencio "JOSÉ MENESE, bajo la luz del escenario, entra y se estira desde su estatura breve... Se sienta, empieza a templarse con la mirada baja, al filo de la silla –todavía un niño al borde de agua– carraspea y rompe por seguiriyas..."

«Qué pena más grande
que no cambie el tiempo
y no se mueva ni una nubecita
que acabe con esto.
Qué dolor de pueblo,
lo que ha soportao,
golpes y golpes y más golpecitos
en el mismo lao.»

De repente una paloma revolotea; el cante "negro" y "jondo" de este andaluz –bueno y solidario– de La Puebla, le ha "despertao"...; la voz de Pepe, como un chorro de sangre, va desperezando eternos dolores, sentimientos y utopías; y a su voz se le une –ya cansada de tanto vivir y de tanto amar, pero todavía profética y resplandesciente– la de Rafael Alberti –que tanto le admira–: «¡Volad, cantes, volad! Vuela el amor y en sus alas el hombre y la libertad».

¡Silencio! Ante nosotros tenemos a un hombre potente como un roble; a un hombre sabio, sensible y sensitivo que ha sabido hacerse a sí mismo; a un hombre sencillo que aprobó "cum laude" –en la «universidad pública de la vida»–, la carrera más respetable, la más difícil y la de mayor futuro: la de la coherencia y la honradez; un ser humano que como dice Ángel Álvarez, es mitad niño y mitad viejo, «niño por esa permanente ingenuidad y la ternura incólume que ha salvado de todos los naufragios, y viejo por un pesimismo desesperanzado que le hace ser el futuro negro»...; ¿supone esto en Menese una rendición? Puedo asegurar rotundamente que no; rendirse, para José  –aunque a alguien ya le gustaría–, ¡es imposible!

José Menese.

¡Silencio! Nos ha "cantao" un hombre que –porque cuando canta es como si se abriera las venas–, trata  mucho con su sangre y con el latir de su corazón –de ese corazón traicionero que injustamente, hace poco tiempo quiso robárnoslo–; José ama la vida, y sabe que en su sangre y en su corazón no puede caber ningún tipo de rendiciones; por eso atesora esa tremenda y envidiable capacidad para sobrevivir a cualquier naufragio.

Sigue cantando...; ahora son unos tientos; unos hermosos tientos con letra de ese otro "peazo" de humanidad que se llama Francisco Moreno Galván:

«Si me pierdo que me busquen
a la orilla de la mar,
leyendo en el horizonte
la palabra "liberta".»

Aplausos... Alguien suelta un grito insólito y a la vez profundamente humano y tierno: «¡Viva Dios!»... Más aplausos... Y un anciano del lugar hace –silenciosa y sabiamente– un comentario: «¡Tiene duende!».

Sí, efectivamente, José Menese tiene "duende", eso que Goethe calificaba como «un poder misterioso que todos podemos sentir, pero que ningún filósofo se explica»...; un "duende" que, en el caso de José –tal y como lo describía un viejo maestro de guitarra–, efectivamente no está en su garganta, sino que le sube por dentro, desde la planta de los pies a la cabeza...; el "duende" que, en el canto del de La Puebla, al llegar a su cabeza, se hace paloma.

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