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jueves, 6 de septiembre de 2012

SOBRE LA EMIGRACIÓN. «CANCIONES DE IDA Y VUELTA». II - LA SALIDA DEL EMIGRANTE HACIA TIERRAS EXTRAÑAS

Oleo de Amalia Avia creado para la cubierta
del volumen 3 de mi libro "Veinte años de canción en España
(1963-1983) Los problemas sociales y la solidaridad"

En todos los "cuelgues" dedicados a la "emigración",
voy a incorporar canciones que han sido escritas y cantadas en gallego, 
en catalán y en euskera. Primero copiaré el texto de la canción 
en castellano y seguidamente en la lengua que corresponda.


«En una cartera la foto de ella,
la duda y la pena son sus compañeras
y el agrio silbido de aquel tren tan viejo
que rompe la calma y araña el silencio,
en él se marchó
dejando su tierra bañada en sudor,
en el tren antiguo que araña el silencio,
que pasa y que lleva los hombres del pueblo»
("Ya nun tien quien'l cante". Víctor Manuel San José).

Hoy, en este segundo "cuelgue" dedicado a la "emigración" vamos a enfocar unos primeros planos en los que se puede contemplar el momento tan doloroso que supone el abandono de la tierra y del pueblo natal para dirigirse, con tristeza y con inseguridad, hacia tierras extrañas.

Salida de una situación familiar, a la que le vinculan normalmente unos profundos lazos afectivos, para aventurarse a situaciones y realidades que les son ajenas y que les sumergen en un clima total de desconcierto. Salida, por tanto dolorosa que en cualquier caso supone una ruptura con aquello a lo que se ama.

• Ruptura con la tierra que le vio nacer, con su paisaje, con los elementos naturales que integran su habitat: su aldea, su hogar, el camposanto donde yacen sus antepasados..., el riachuelo, el molino, la higuera, la casa, el campanario..., los viejos y entrañables recuerdos de la infancia.


«Adiós ríos, adiós fuentes;
Adiós, arroyos pequeños;
Adiós, vista de mis ojos;
No se cuando nos veremos.
Tierra mía, tierra mía,
tierra donde me crié,
huertiña que quiero tanto,
higueriñas que planté,
prados, ríos, arboledas,
pinares que mueve el viento,
pajaritos piadores,
casita de mi contento,
molino de los castañares,
noches de clara luna,
campaniñas timbradoras,
de la iglesiña del lugar,
morriñas de aquellos bosques
que yo le daba a mi amor,
caminiños entre el trigo,
¡adiós, para siempre adiós!.
¡Adiós, gloria! ¡Adiós, contento!
¡Dejo la casa en que nací,
dejo la aldea que conozco
por un mundo que no vi!
Dejo amigos por extraños,
dejo la vega por el mar,
dejo todo cuanto quiero...
¡Quién pudiera no dejar...!
Mas soy pobre y, ¡Ay pecado!
esta mi tierra no es mía,
que hasta le dan de prestado
el sendero que camina,
a quien nació desdichado.
Os tengo que dejar,
huertiña que tanto amé,
hogueritas de mi lar,
arbolitos que planté,
fuentiña del cabañar.
Adiós, adiós que me voy,
herbiñas del camposanto
donde enterré a mi padre,
herbiñas que besé tanto,
tierriña que os crió.
Adiós, Virgen de la Asunción,
blanca como un serafín:
te llevo en el corazón;
pídele a Dios por mí,
mi Virgen de la Asunción.
Ya se oyen lejos, lejos,
las campanas de Pomar;
para mi, ¡Ay desdichado!,
nunca más han de tocar.
Ya se oyen lejos, lejos...
Cada toque es un dolor;
me voy solo, sin consuelo...
Tierra mía, ¡adiós, adiós!
¡Adiós también, queridiña...!
¡Adiós por siempre quizás...!
Te digo adiós llorando
desde la orilla del mar:
No me olvides, queridiña,
si muero de soledad...
Tantas leguas mar adentro...
¡Mi casiña!, ¡mi hogar!».
("Adiós ríos, adiós fuentes" Rosalía de Castro / Amancio Prada).

Adiós, ríos; adiós, fontes; / adios, regatos pequenos; / adiós, vista dos meus ollos, / non sei canto nos veremos. / Miña terra, miña terra, / terra donde me eu criei, / hortiña que quero tanto / figueiriñas que prantei, / prados, ríos, arboredas, / pinares que move o vento, / paxariños piadores, / casiña do meu contento, / muíño dos castañares, / noites craras de luar, / campaniñas timbradoras / da igrexiña do lugar, / amoriñas das silveiras / que eu lle daba ao meu amor, / caminiños antre o millo, / ¡adiós, para sempre adiós! / ¡Adiós, groria! ¡Adiós, contento! / ¡Deixo a casa onde nacín, / deixo a aldea que conoso / por un mundo que non vín! / Deixo amigos por estraños, / deixo a veiga polo mar, / deixo, en fin, canto ben quero / ¡Quen pudera no o deixar! / Adiós, adiós, que me vou, / herbiñas do camposanto / donde meu pai se enterrou, / herbiña que biquei tanto, / terriña que vos criou. / Xa se oien lonxe, moi lonxe, / as campanas do Pomar; / para min, ¡ai!, coitadito, / nunca máis han de tocar. / Xa se oien lonxe, máis lonxe / Cada balada é un delor; / voume soio, sin arrimo? / Miña Terra, ¡adiós, adiós! / ¡Adiós tamén, queridiña! / ¡Adiós por sempre quizais! /Dígoche este adiós chorando / desde a beiriña do mar. / Non me olvides, queridiña, /si morro de soidás / tantas légoas mar adentro / ¡Miña casiña!, ¡meu lar! ("Adios rios, adios fontes". Rosalía de Castro).

• Ruptura con la madre símbolo del cálido cobijo, de la seguridad y de la confianza.


«Es muy doloroso abandonar la tierra querida,
dejando atrás país, madre y pueblo.
Y aunque surcando mares voy a descubrir el nuevo mundo
es ahora cuando me siento más miserable y digno de compasión.
Madre querida, corazón mío, adiós...
Pronto regresaré para consolarte.
Pero ahora, si Dios ha decidido que me aleje por los mares,
madre, ¿para qué llorar?».
("Adiós al País Vasco". Antton Valverde / José Agustín Iparraguirre)

«Lur maitea uztea da negargarria, / hemen gelditzen dira ama ta herria. / Urez noa ikustera, bai, mundu berria; / oraintxe bai naizela errukigarria. / Agur ene bihotzeko amatxo maitea. / Laster etorriko naiz, kontsola zaitea. / Jaungoikoak nahi badu ni urez joatea, / ama, zertarako da negar egitea?» (“Gazte gaztetatikan”. Jose Agustín Iparraguirre)

• Ruptura con la amada o con el amado, compañeros en la alegría y en el dolor; germen y esperanza de una familia y de un futuro que se proyectaba lleno de felicidad y de armonía.


«¡Este es, amor
mi último baile contigo...
Quisiera que tú
vinieras conmigo.
pero nuestro deseo
no puede ser satisfecho!
¡Yo también soy consciente
de que mañana partiré solo!
¡Asumamos tranquilos esta pena!
Porqué yo volveré, ¡sí!
al País Vasco.
¡Aguantemos un año!
Y entonces retornaré
para siempre a tu lado.
Este último baile
no es definitivo..
¡Yo he jurado,
y me reafirmo.
que he de vivir aquí,
en nuestra tierra
y si eso no puede realizarse,
prefiero morir una vez por todas!».
("Mi último baile". Peio Ospital eta Pantxoa Carrere / M. Pagola

«Azken dantza hau / maitia zurekin / nahi zinduzket / eraman nerekin. / Baina gaurko xedia / ezin daike betia / badakit nik ere / bihar dela joaitia / Bego pena hau / itzuliren naiz / bai berriz Euskal Herrira. / Bego urte hau / etorriko naiz / betikotz zure ondora. / Azken dantza hau / ez da sekulako. / Zin egina dut / zin egin betiko / hemen gure lurrean / Bizi behar dudala. / Eta hori ez bada / hil hotz jar nadila». (“Asken dantza”. Peio Ospital eta Pantxoa Carrere / M. Pagola).

• Ruptura con los hijos, que se desvelan y lloran ante la marcha del padre o de la madre incapaces de comprender los motivos de la partida.


«Mi hija está despierta
¿Por qué no se quiere dormir?
–Porque sé que mañana
tu hablar no voy a sentir.
Mi hija no tiene sueño.
¿Por qué no puede dormir?
–Porque sé que tu vivir, mi padre,
tu vivir no es vivir.
Mi hija está llorando.
¿Qué es lo que la hace tanto sufrir?
–El saber que en mi sueño
tú parecerás huir».
(“Nana para la víspera de emigrar”. Benedicto).

«Miña filla está desperta / ¿Por qué non quere dormir? / –Porque sei que de mañán /o teu falar non vou sentir. / Miña filla non ten sono / ¿Por qué non pode dormir? / –Porque o teu vivir, meu pai, / o teu vivir non é vivir. / Miña filla está chorando / ¿Qué é o que a fai tánto sofrir? / –O saber que no meu soño / tí parecerás fuxir». (Benedicto. “Cantar de bercé pro vispera de emigra”).

Ruptura, en síntesis, rabiosamente amarga, que José Antonio Labordeta nos transmite con una rotunda fuerza expresiva en su canción "Todos repiten lo mismo":



«Todos repiten lo mismo
cuando dicen que se marchan.
Con cuatro granos de trigo
se alimentaban.
Vivía él y la vieja
y el resto de la compaña
y al sol de los mediodías
se calentaban.

Para Navidad la oliva,
para el verano la siega,
para el otoño la siembra,
para la primavera nada.

Mula pardera y monte,
cielo, tristeza y casona,
el día que el tren se marcha
todo abandona.
Tenía viento y carreta
y recuerdos de la guerra,
barro, sol, piedra y paisaje
y un regancho de agua muerta.

Si en algún camino encuentras
gente con la casa a cuestas
no les hables de su tierra
que te mirarán con rabia.
Con rabia en la voz y el viento,
con rabia en sus palabras,
con la rabia que produce
abandonar lo que se ama».

«Abandonar lo que se ama», dolorosa e irremediable partida vivida en ocasiones con el aliento de una joven esperanza: poder llegar a encontrar un puesto de trabajo, ahorrar lo suficiente durante pocos, pero largos años, y regresar al reencuentro de lo que un día se dejó pero que permanece anhelante a la espera de ese retorno soñado.

Esperanza de regreso en ocasiones truncada ante la evidencia de un retorno imposible, evidencia que con tremenda amargura podemos encontrar reflejada en aquel poema de Fernando Brasó cantado por Adolfo Celdrán:


«Se van
ya no volverán jamás
tras la oscura niebla
que deja el pasado.
Se van
como pájaros que cambian de lugar
a buscar un nuevo nido.
Un nuevo nido.
Se van
ya no volverán jamás.
Lucharán desde afuera.
Lucharán hacia adentro.
El hombre de tierra adentro 
vive en un hoyo metido
muerto sin haber nacido,
el hombre de tierra adentro.
Se van
ya no volverán jamás
tras la oscura niebla
que deja el presente.
Se van
con el alma rota
el corazón tranquilo
y la patria muerta».

Una salida del emigrante, en cualquier caso, quebrada de dolor y de añoranza. Salida evocadora de todas aquellas grandes y pequeñas cosas que, al margen de la economía, un día dieron sentido a su existencia: experiencias, recuerdos, presencias, paisajes, ternuras... Salida en la que confluyen y se agolpan en la memoria las realidades vividas y que en un momento parecen desdibujarse en la distancia. Estallido de amor hacia una tierra que se abandona y a la que llega a necesitarse entrañablemente en la ausencia.

Carlos Cano, emigrante obligado a abandonar Granada y a las puertas ya de los montes de Francia, revienta en un canto de amor a Andalucía lleno de apasionamiento y de ternura; canto simbolizado en una carta que sintetiza y expresa todo cuanto hasta aquí he escrito en este segundo "cuelgue" sobre la "emigración":


«Amor mío, 
cuánto esfuerzo me cuesta escribir 
estas palabras.
El destino, 
el destino de un tiempo ya viejo 
nos separa.
El destino es la inercia 
de la soga que ahoga, 
la piedra que entierra y que aplasta,
de la mano que apaga la aurora 
y nunca se cansa, 
de la voz que te llama en l'a noche,
detrás de una puerta 
y te clava un momento en la duda 
de quién es uno.
Cuando falta tu luz, 
no es igual que la luz de la luna, 
el sol o la estrella,
me falto yo 
y me falta en la boca saliva, corazón 
y dientes.
Agoto la esperanza 
y la vida me lleva hacia la frontera.
Y es aquí que me veo cruzando 
los montes de Francia,
mientras lejos se queda mi tierra, 
mi gente, mi casa.
Y mis ojos con tanta amargura, 
que me avergüenzo.

No es odio esta carta, 
que es de amor que se escribe con todos, 
se vive con todos.
Yo entiendo 
este amor como un puño sensible 
que mueve montañas.
Compañera, 
que por él los de abajo sufrieron 
el papel amargo 
del que enciende la luz en la sombra
y se ve tan solo, 
cara al viento, 
al rayo y al trueno de la gran tormenta,
cara al tiempo, al cerrojo, 
al silencio y a lo que caiga.
Ahora sé que eres tú 
lo que mueve la vida del árbol en la primavera
lo que mueve la voz de los hombres 
cuando los hombres luchan y mueren.
No quiero acabar con tristeza ni hielo esta carta amarga.
Ahora sé que las nubes 
se alzan y canto este canto:
«Por mi boca ya asoman las flores 
que regó con llanto en tu vientre amoroso 
este pueblo te ha embarazado». 

Esta es la canción: 
¡un, dos! 
Ustedes tienen sol, 
grasia pa vivir, 
vino, playas y flamenco... 
... sí, mucha grasia 
pa derramarla 
por las vendimias del Roselló. 
¡Viva la grasia de Andalucía 
con pasaporte de emigración!».
("Viva la grasia". Carlos Cano)


RAFA MORA Y MONCHO OTERO EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "VOLAD CANCIONES, VOLAD"

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