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viernes, 6 de enero de 2012

ALBERTO ALCALÁ I. MOTIVOS PARA UN ENCANTAMIENTO

Alberto Alcalá.

La primera vez que escuché a ALBERTO ALCALÁ fue hace unos meses en la sala Libertad 8, de Madrid y he decir que supuso para mí una tremenda y muy gratificante sorpresa. 

Alberto –nacido en Antequera (Málaga)– acababa de llegar de Granada, cuna del colectivo "Manifiesto Canción del Sur" –del que luego hablaré y al que me unen muchas querencias–; e, inesperadamente –y de repente–, se presentaba frente a mí y frente mi sensibilidad, como si fuera parte real de aquel movimiento musical en el que cuarenta años atrás participaron, entre otros, Carlos Cano, y al que estuvo tan vinculado Enrique Morente.

Hace años que en esto de la "Canción del Sur" a mi me viene ocurriendo algo muy similar a aquello que Carlos decía en su "Casida del cazador perdido": «Vagabundo voy por un camino detrás de la Errante»... Yo llevo ya mucho tiempo detrás de la obra de los jóvenes cantautores sureños, buscando y esperando encontrar la continuidad de aquella "Canción del Sur"... «Bebí de aquella fuente musical y poética, ando sediento tras ella, y ardiendo mi corazón».

Pues bien, después de varios años y de muchos cantautores a los que he perseguido en sus canciones, por fin, escuchando a Alberto Alcalá me daba de bruces con lo que tanto tiempo llevaba buscado: una "canción de autor" de auténtica identidad sureña y, a la vez, una renovada expresión musical y poética fiel a lo que fue, en sus orígenes, "Manifiesto Canción del Sur".

Alberto Alcalá.

Fue una noche de 1968 (y permitidme que haga este largo retroceso en el tiempo; ya sabéis de mi inevitable obsesión de acudir a la memoria contra el olvido)–, y fue en las Bodegas Natalio, de Granada. Aquel día se encontraron por primera vez Carlos Cano y el poeta Juan de Loxa, con Antonio Mata –cantautor jienense que ese mismo día había dado un concierto en la Casa de América–; hablaron, intercambiaron sueños, proyectos y canciones, y nació Manifiesto Canción del Sur.

La "Nueva Canción del Sur" pensaban –y así lo dejaron claro en su "manifiesto" fundacional– debía ser una canción que acogiera la identidad andaluza forjada con las manifestaciones musicales más auténticas y más populares de la tradición y, a la vez, una canción de "acogida" hacia las nuevas tendencias musicales y poéticas que empezaban a forjarse dentro y fuera de Andalucía. 

Una canción en la que se integraran en armonía el puro y más auténtico lenguaje de la "copla" –en aquel momento tan vilipendiado–, la "jondura y el duende del flamenco" –que, como diría Lorca, «no está en la garganta, sino que despierta en la última habitación de la sangre»–, la riqueza expresiva de la música árabe, el jazz –en todas sus vertientes expresivas–, y, por supuesto, esa otra "nueva canción" que en aquel momento empezaba a surgir por todo el mundo en voces y sensibilidades que iban desde Atahualpa Yupanqui o Violeta Parra, hasta Jacques Brel, Brassens o Leo Ferré, pasando por Bob Dylan, Pete Seeger o Joan Baez, y desembocando, ya entre nosotros, en Paco Ibáñez, Raimon, Lluís Llacha, Elisa Serna, Pablo Guerrero o Labordeta.

Teniendo en cuenta todo esto, que constituye el fundamento, o el origen, de mi universo sonoro –y, a la vez, la canción que más amo– mi primer encuentro musical con ALBERTO ALCALÁ, en Libertad 8, fue un acontecimiento sencillo, pero que permanecerá para siempre en mi memoria...; ¡allí estaba! –no sé si de una forma consciente, o inconsciete, por su parte–. Allí estaba el auténtico resurgir de una "Nueva Canción de Autor de identidad sureña", fiel a la tradición –a todo lo que antes he expresado refiriéndome a sus orígenes, es decir a "Manifiesto"–, y a la vez con un aire de libertad y de nuevos vuelos que consiguió emocionarme.

Alberto Alcalá.

Y una vez realiza aquella gratificante percepción, escuchando a Alberto, inevitablemente se me despertó también la fiera de la "indignación". Recuerdo que solté un "desgarrao" «¡Puto País!»...; sí, "puto país" éste con unos planteamientos culturales tan despreciables; que valora, ensalza y promociona la mediocridad mientras ignora y margina el trabajo artístico –poético y musical, en este caso– de jóvenes creadores como Alberto. ¡No lo puedo entender!.... (Fran Fernández que estaba sentado cerca de mí en el concierto, me escuchó y me lo suele repetir cada vez que nos reencontramos con nuestra "canción del sur": «¡Puto País!»...).

Es cierto que después de aquella experiencia Alberto ha recibido dos primeros premios en los "Certámenes de Jóvenes Cantautores" de Burgos y de Elche –certámenes en los que jóvenes suelen participar con el fin de conseguir algo de "plata" para sobrevivir y poder pagarse, en cuanto puedan, sus discos–... ¡Menos mal!... Alberto con lo ganado en esos certámenes posiblemente nos ofrecerá su primera grabación –lleva defendiendo y luchando por su música y sus canciones más de doce años–.

La grabación de su primer disco será maravillosamente recibida por parte de quienes le admiramos...; ¿pero que pasará con la gente que no ha tenido la suerte de conocerle todavía?... ¿tendrá el disco la adecuada promoción y difusión para que Alberto sea conocido en nuestro país y en los países latinoamericanos?... No estoy muy seguro... Y si no logra conseguirlo por falta de apoyos culturales –por mi parte los tendrá todos– perdonen que lo repita... «¡Puto País!»... O tal vez, glosando unos versos de Gil de Biedma, debería decir: «De todas las historias culturales de la Historia sin duda una de las más triste es la de España».

En síntesis estos, junto a la calidad y a la belleza de su obra –de la que en concreto hablaré mañana–, son los motivos del encantamiento muy especial que siento hacia Alberto Alcalá, cantautor malagueño  que, desde mi punto de vista, se está convirtiendo –para mí ya lo es–, en un referente joven indiscutible de la "Nueva Canción del Sur".

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