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martes, 6 de diciembre de 2011

JUAN SOCAS - «DÉJÀ VU". DE COMO LA BELLEZA PUEDE SALIR A TU ENCUENTRO CUANDO MENOS TE LO ESPERAS

Hoy voy a dedicarle este "cuelgue" a un disco muy especial, y voy a narrar una curiosa historia que he vivido relacionada con él. Os cuento:

Toqué –de palpar, o mejor, de acariciar– por primera vez el CD «Déjà vu» (2010), de JUAN SOCAS, hace aproximadamente dos semanas –creo recordar que fue un sábado a la salida de un concierto de Alfonso del Valle–. Ya en casa, aquella noche, –"relajao" en el rincón de mis silencios–, lo escuché al tiempo que contemplaba –con sorpresa y admiración– el libreto, que le acompaña... ¡bellísimo por cierto!... Después, antes de irme a dormir, repetí la audición y empecé a hacerme consciente de que aquel disco estaba consiguiendo atraparme. 

Al día siguiente me levanté pesando en dedicarle un "cuelgue" a «Déjà vu»... El disco permanecía allí,  en mi mesa de trabajo, junto con otros discos... y a la espera...

Encendí el ordenador y tomé el CD en mis manos...; lo acaricié –tiene una textura muy especial–; contemplé la fragilidad y el dinamismo vibrante de las manos que ilustran su cubierta...; volví a repasar el libreto: los dibujos y la caligrafía de los textos...; reescuché las 12 canciones...; y descubrí como, aquella obra en su conjunto, ciertamente, había conseguido conquistarme.


«Déjame volver a tu jardín secreto
a tu monte de Venus, a tus valles sagrados,
déjame entrar en ese antiguo paraíso
donde los folios  no quedan en blanco
y los muros tienen voz [...]».
("Antiguo paraíso")

Aquel día no pude escribir nada –me fue imposible–, y lo mismo ocurrió en los días siguientes...; hasta hoy.

Todas las mañanas miraba el CD que me esperaba sobre mi mesa, lo tocaba, escuchaba alguna de sus canciones para animarme a escribir..., pero nada, ¡imposible!... Pocas veces me ha ocurrido esto con un disco que me gusta y que me urge presentarlo en el blog para se conozca y se disfrute.

Con el paso de los días fui haciéndome consciente de lo que me estaba ocurriendo:  No podía escribir sobre «Déjà vu» por miedo, ¡sí, por miedo!...; miedo a que las palabras –o a que el intento de racionalización que se realiza cuando se hace una valoración o una crítica–, rompieran con la magia o con el hechizo que emergía de la arquitectura interna y externa de esta obra tan extraordinariamente singular...; miedo a que estallara en mis manos su belleza –tan aparentemente frágil–; y a que se resquebrajara sobre el teclado de mi ordenador –perdiéndola– en miles de trazos, palabras y notas musicales; miedo, en fin, a ser incapaz de transmitir lo que para mí había supuesto el encuentro con «Déjà vu».


«Ya no hay un solo camino a seguir
para llegar a donde cada día has de llegar
que puede ser la duda o la felicidad que tú me das,
que tú me das como si dejaras caer
una gota de agua sobre el mar,
una copa fina de cristal
y es que mi dicha pende de un hilo que eres tú,
que eres tú y los momentos vividos».
("Mientras que ayer")

Pese a ello, hoy, como estáis comprobando, por fin me he decidido a escribir sobre Juan Socas y su disco..., ¡vamos a ver lo que resulta!...; por supuesto asumo el riesgo de ser incapaz de transmitir con la palabra la magia de «Déjà vu» (una magia que me tiene –¡ya ven!– enamorado); y espero que, frente a mi intento de racionalización, no se produzca el resquebrajamiento de trazos, palabras y notas al que antes hacia referencia.

«Se miran, presienten, se desean,
después, dudan y sudan,
respiran, despiertan, se iluminan.
Sé quien eres tú. Esto es un déjà vu.
Llévame hacia el sur. Tíñeme de azul.
Llévame hasta el mar. Vísteme de sal.
Se estiran, se muerden, se caldean
después discuten, se confunden,
se tocan, conversan, se reintegran.
Sé quien eres tú. Esto es un déjà vu.
Llévame hacia ti. Tíñeme de añil.
Llévame hasta un bar, bésame sin más».
("Déjà vu")

«Déjà vu» –primer disco creado, producido y interpretado por JUAN SOCAS– es –creo que ya está sobradamente dicho– un disco sustancial e integralmente bello –¡de enamorar!–; y el secreto de su belleza radica, pienso yo, en su simplicidad y en su elegancia –me gusta esta palabra que hoy se siente tan maltratada–.

El secreto de la belleza de «Déjà vu» se manifiesta en la depuración cuidadísima a la que Juan ha sometido, en su obra, a las formas, a los colores, a las texturas, a las caligrafías poéticas, a los acordes, a la voces, y, en general, a todo el conjunto de sensibilidades y de sentimientos que se entrecruzan y que se sienten acariciadas por unas manos –las dibujadas en la cubierta, las de Juan– que, aunque impresas, tienen vida.

Mano de Juan Socas tocando su guitarra.
Juan Socas

Musicalmente «Déjà vu» es suave, intimista y envolvente; su desarrollo musical acaricia los textos otorgándoles luz, pasión, claridad y color. Es una obra en la que se produce una especie de recorrido creador de "ida y vuelta": en «Déjà vu» la "palabra se hace música", la "música se hace palabra"... y ambas se encuentran y se abrazan en el camino. Recorrido en el que Juan va dejando huellas de sus diversas influencias y querencias musicales; entre ellas, una querencia sureña que a mí –que me siento Sur– logra emocionarme.

Como ya dejé dicho, con anterioridad, este disco fue autoproducido por el propio Juan Socas, que, para colmo de  intimidad –"voy a hacer lo que siento y lo que me gusta"–, hasta se montó un estudio de grabación en la azotea de su casa sevillana donde realizó la grabación; grabación en la que le acompañaron músicos y amigos como Benji Bazán, Marco Gamero, Roberto Alda, Paco Escobar, Jaime Hernando, Raul Arteaga, Toulousse Felix, Wili Puente y las voces de Alfonso del Valle, Chiqui Calderón, Sol Rui, Davis Garrido y Sarah Descombes.

En fin, sencillamente –y voy a ser directo y claro– una "obra de culto" para tenerla siempre ahí; para acudir a ella y disfrutarla de vez en cuando; sobre todo, cuando nos entren ganas o deseos de aderezar una buena "borrachera de belleza".

¡Y "cuelgue terminado"!...; nada se ha roto, ni se ha resquebrajado..., ¡menos mal!... Y la «Bailarina» sigue ahí –bellísima canción–: «oscila, se derrumba, cae, gira y se tumba»... ¡Ganas dan de acariciarla!

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