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sábado, 17 de septiembre de 2011

SOLUCIÓN DEL "CANTIJUEGO LABORDETIANO"

Estos son los 12 discos y las 12 canciones de JOSÉ ANTONIO LABORDETA que integraban el "cantijuego labordetiano" que presentaba esta mañana.


«Canta, compañero, canta,
que aquí hay mucho que cantar;
este silencio de hierro
ya no se puede aguantar.
Por el alba del camino
a tu hermano encontrarás,
dale la mano y camina
hasta llegar al final».
("Canta, compañero, canta")

CANTIJUEGO "LABORDETIANO"

En esta semana que estamos dedicando al recuerdo entrañable de JOSÉ ANTONIO LABORDETA no podía faltar un "cantijuego labordetiano".

Seguidamente vas a encontrarte con 12 recuadros; en cada uno de ellos aparece un fragmento de un disco de Labordeta.

Primera cuestión: Identifica cada uno de esos 12 discos y di cómo se titula cada uno de ellos.


Segunda cuestión: Identificados los 12 discos anteriores, di en cuál de ellos grabó José Antonio cada una de estas 12 canciones:


Como siempre, en el apartado de "comentarios" puedes jugar y hacer el seguimiento del juego.

LABORDETA VI - "VENGO A CANTARLE A LA LIBERTAD"

José Antonio Labordeta, en su casa de Zaragoza.
(Fotografía de Pedro Hernández).
Otro de los rasgos, o de los perfiles que destacan en la obra cantada de Labordeta, es la permanente e inquebrantable presencia en todas sus canciones –y yo diría que en toda su vida– de una actitud personal profunda y honestamente ética.

La ética que José Antonio practica le hace conmoverse y rebelarse frente a la pobreza y la injusticia; pero le fuerza, al mismo tiempo, a mantener una actitud siempre esperanzada y positivamente utópica; actitud genuinamente moral que en él –como la define José Luis Aranguren en su "Ética de la felicidad˝«es, a la vez, vigilante y entusiasta, desencantada y presta al reencantamiento, crítica y esperanzada. desmitificadora y creyente, ecéptica y utópica».

Una actitud ética fundamentada en un conjunto de valores básicos que configuran la médula de su credo, y entre los que considero importante destacar tres: la libertad, la solidaridad y el amor. Hoy vamos a hablar de la "libertad".

En 1975, cuando empezábamos a transitar –parecía que definitivamente– del tiempo de la espera al de la esperanza real, José Antonio Labordeta compuso y grabó su "Canto a la libertad"; canto que viene a ser como una gran síntesis, por una parte, de toda la represión y la crueldad experimentada durante la larga dictadura franquista y, por otra, de todo aquello a lo que aspirábamos y en lo que soñábamos los, durante tanto tiempo, enamorados de la "libertad".

José Antonio Labordeta, Emilio Gastón y Enrique Tierno Galván
en un mitin celebrado en la plaza de toros de Zaragoza, con motivo
de las elecciones democráticas celebradas en junio de 1977.

"El canto a la libertad" es un canto entusiasta, esperanzado, creyente y utópico; es como un estallido gozoso del alma –lógico y necesario– a las puertas de la transición democrática. Labordeta, en ese canto profetiza y vislumbra la libertad como una realidad posible.

«Habrá un día 
en que todos 
al levantar la vista,
veremos una tierra 
que ponga libertad.
Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.
Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla
para que pueda ser.
Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad».
("Canto a la libertad")

En la actualidad, con el paso del tiempo –y, sobre todo, en los tiempos "descafeinados" que estamos viviendo– hay quien puede considerar esta canción como un canto lleno de ingenuidad, o como un himno, movilizador de las masas, de contenido estrictamente político; yo, personalmente, en oposición con esos planteamientos, creo que aquella canción fue sencillamente la expresión incontenible de un sentimiento compartido: del deseo y del sueño de la "libertad"; expresión cantada, auténtica y llena de veracidad, que, en aquel momento, nos sirvió de impulso para confiar en el futuro que se nos avecinaba, y para empujarlo o forzarlo hacia el desarrollo de una convivencia democrática.


En este sentido, pienso que no es exagerado afirmar que el "Canto a la libertad", de José Antonio Labordeta, fue uno de esos acontecimientos sociales y culturales, y también políticos, que quedará para siempre en el origen de nuestra democracia como uno de sus indicadores y de sus alientos más decisivos.

Fue además un canto capaz de alimentar los sueños esperanzados de mucha gente aun con planteamientos ideológicos y políticos muy diferentes; igual se cantaba en los multitudinarios mítines o manifestaciones convocados por los partidos políticos de izquierda, como en los encuentros que celebraban las comunidades cristianas progresistas. Hecho ocasionado por tratarse de un canto libre y abierto que apuntaba a sentimientos y a aspiraciones comunes, y que se hacía voz y expresión de la esencia de la identidad humana, es decir, de la libertad como uno de los valores más universales y más básicos para la vida y para la convivencia.

Pero al hablar del "Canto a la libertad", desde una perspectiva histórica y en el marco de la obra de Labordeta, no puede desvincularse de otra de sus canciones aparecidas tres años más tarde, me refiero a la canción titulada "Abrí todas las puertas".


José Antonio Labordeta. (Fotografía de Carmelo Eseban).




«Abrí todas las puertas
cuando se hizo la luz,
recorrí los desvanes,
tampoco estabas tú, 
pequeña, dulce,
triste, hermosa, libertad.

Con qué palabras nuevas
habría que llamarte,
sobre qué muros tenues
habría que escribirte,
y en qué paisaje oculto
habría que esperar
tu regreso al hogar,
pequeña libertad.

En qué sangre vertida
habría que buscarte,
en qué ojos de espanto
hallar tu soledad.
Sobre qué río incierto
habría que esperar
tu regreso al hogar,
pequeña libertad.

Grité por los trigales
y contra el cielo azul,
anduve los caminos,
tampoco estabas tú:
pequeña, dulce, triste,
hermosa libertad.

En qué puños cerrados
te guardan de la muerte.
En qué paloma blanca
caminas de verdad.
Sobre qué ojos de niño
te vamos a encontrar
de regreso al hogar,
pequeña libertad.

Bajo qué árbol descansas,
huyendo, como vas,
de tanto fuego vivo
que te quiere quemar
y hacer que nunca puedas
unirte a los demás
de regreso al hogar,
pequeña libertad.

Dejo la puerta abierta,
el árbol y la luz
pues siempre espero ver
que me saludes tú: 
pequeña, dulce, triste
y hermosa libertad».
("Abrí todas las puertas")

Pasados tres años, desde el final de la dictadura, José Antonio Labordeta parece que confirma en su  nueva canción algo que el mismo predecía al final de su "Canto a la libertad": «también será posible que esa hermosa mañana ni tú, ni yo, ni el otro, la lleguemos a ver; pero habrá que forzarla para que pueda ser». El sueño de la "libertad" –sueño esperanzado, creyente y utópico– a pesar del tiempo transcurrido durante los primeros años de nuestra transición democracia –«cuando se hizo la luz»–, no había llegado a "granar". (Se confirmaba también el pensamiento y el anuncio de Lluís Llach en "Viatge a Itaca": «Más lejos, siempre mucho más lejos, más lejos del mañana que ya se está acercando. Y cuando creáis haber llegado, emprender otra vez vuestras sendas»).

Lluís Llach. (Fotografía de Juan Miguel Morales).
Ante aquella experiencia, Labordeta transforma su canto haciéndolo más reflexivo e intimista, y en una actitud claramente vigilante y crítica, vuelve a fotografiarnos unos sentimientos personales que también los fueron, y de hecho los siguen siendo, de quienes verdaderamente amamos la "libertad". La búsqueda de una libertad más madura, no firmada por decreto o en pactos constitucionales, sino una libertad más íntima, más personal.

Es realmente hermoso constatar cómo en esa nueva perspectiva de la búsqueda de la "libertad", José Antonio la sitúa no ya en una tierra, que podremos ver al levantar la vista; sino en un conjunto de realidades mucho más concretas y, a la vez, mucho más cercanas: un paisaje oculto, una sangre vertida, unos ojos de espanto, una paloma blanca, unos puños cerrados, al pie de un árbol, o en los ojos de un niño.

Y de nuevo aquí la constatación de un hombre que, encarnando aquella actitud genuinamente moral, de la que antes hablaba, tras la experiencia del desencanto, es capaz de superar la desmoralización para abrirse de nuevo a la esperanza siempre presto al "reencantamiento".



«Dejo la puerta abierta,
el árbol y la luz
pues siempre espero ver
que me saludes tú: 
pequeña, dulce, triste
y hermosa libertad».

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